No obstante, en un año electoral volátil predominará la inercia del “ajuste de cuentas” y el hígado de la venganza, aunque los promotores del uso de la persecución penal o quienes quieren librarse de las viejas causas de la CICIG-FECI y la Fiscalía de Derechos Humanos rápido notarán que los montos a pagar por impunidad subirán de manera exorbitante, mientras que la inyección del miedo contra los operadores de justicia tendrá un efecto más bien adormecedor de los procesos.
En la perspectiva geopolítica, Centroamérica -una vez resuelta la guerra en Ucrania y con China como gran mediador- pasará a ocupar un lugar central en la disputa de la democracia. No es buena noticia para las redes políticas y económicas criminales, pues enfrentarán la guerra en su propio terreno. El istmo es estratégico por su geografía y ecosistema. Se modificará el rol de actores internos como los pueblos indígenas. La relocalización de inversiones del mundo democrático será un fuerte incentivo para recuperar el Estado de derecho, mientras que se revisan la política migratoria y de drogas.
No obstante, eso no nos salvará de la polarización ideológica. Se instalarán coaliciones internacionales neofascistas y democráticas en cada país. Y la disputa por la conquista de las mentes y corazones de los pueblos será intensa, en particular a través de las redes sociales.
Y aunado a todo ello, tres datos marcan una antesala electoral atípica: