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Guatemala, hace ya rato se adaptó a las formas, y rigurosamente cada cuatro años, el “poder” pasa de una persona a otra, incluso en tiempos de la dictadura chafarotesca. Salvo el golpe militar, al que fue llamado el mesiánico desquiciado. Todo ha marchado como formalmente debiera. El chanchullo electoral -en dictadura- estaba en papeletas marcadas de antemano, que grotescamente eran agregadas a las urnas; alterar -mañosamente- el conteo de votos, adulteración de actas o falsificación en cuarto oscuro del resultado final. De 1985 para acá, se sofisticaron los métodos, primero el abultado y pernicioso financiamiento oligárquico hacia a partidos satélites, acarreo de votantes y otras triquiñuelas. Ahora, habría que agregar, el financiamiento corrupto con dineros públicos y los denarios de crimen organizado, tan en boga. Así que: el acotar las normas del financiamiento electoral, formas y montos de la pauta propagandística en medios de comunicación, fue correcto. Aquello devino de
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