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Mi abuela y mis tías dedicaron su larga estadía en París a escribir y contestar larguísimas misivas, cartas y tarjetas postales a los amigos y parientes de Guatemala, pidiendo entre líneas que no las olvidaran, para seguir atados a ese extrañísimo cordón umbilical que es la patria y la familia.Todas las tardes después del té, cuando se llegaba la hora de regresar a casa porque ya no era bien visto que un grupo de mujeres anduvieran paseando solas, sin compañía masculina, por las calles de París, se sentaban ante la mesa escritorio con patas de león que yo conservo, y…
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