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Nadie se podía aburrir a su lado: su habilidad narrativa y de contadora de historias, con lenguaje colorido y muy chapín, la convertían en el centro de atención de las reuniones familiares y de las refacciones de la tarde en casa, a las cinco en punto, con café y champurradas, a donde llegaban en romerías visitantes, parientes, hijos, nuera, yernos y una lista de nietas y nietos que con el tiempo la convirtieron en consejera sentimental y pitonisa, cuando le llevaban a presentar a los novios para que con su ojo de experta les diera su veredicto.Su alma nunca envejeció…
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