Publicidad
En Guatemala prevalece un perenne pragmatismo pervertido que, como diría Mario Vargas Llosa, promueve, privilegia y rinde culto al inescrupuloso que sabe salirse con la suya, aplastando al honrado, trabajador e íntegro, al que no es mañoso y carece de poder político, económico, de coerción y represión, al que respeta la Ley, al extremo que considera que tiene importancia y, por eso, en una sociedad como la nuestra simplemente está condenado a fracasar. Más aún, desde que nuestra democracia se convirtió en una parodia, en una burda caricatura, en un chiste de mal gusto; desde que experimentó una metamorfosis siniestra…
Publicidad
Publicidad