Una madre triste
Al no ser conscientes de su sufrimiento, nunca podemos verlas realmente.
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Al no ser conscientes de su sufrimiento, nunca podemos verlas realmente.
Una madre triste llora frente a nosotras y el caminito de lágrimas le chorrea desde los ojos hasta la barbilla. Ninguna dice nada. Hay una mezcla entre lealtad y aflicción que nos impide quebrar el silencio que, por ahora, nos refugia casi de la misma forma como lo hacen las paredes de su casa. Alguna le pasa una servilleta que solo le sirve para apretar entre los dedos hasta terminar estrujándola con el puño. Nos quedamos así un buen rato, tanto que en la calle anochece. Del otro lado de la puerta tampoco se oye nada más que la lluvia…
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