En la calle
Necesitamos construir una ciudad de verdad: una que maraville a sus habitantes y, de vez en cuando, provoque la imaginación de algún niño.
Publicidad
Necesitamos construir una ciudad de verdad: una que maraville a sus habitantes y, de vez en cuando, provoque la imaginación de algún niño.
Hace unos días noté que en uno de los centros comerciales de la ciudad se formaba una gran cola de automóviles para entrar al parqueo subterráneo. Me alegro –honestamente– por ellos porque generar la cantidad de tráfico que pasa por sus corredores no es cosa fácil, sin embargo, me pareció burlesco y, por un momento, quizá hasta triste. Digo porque en general pasar tiempo en un centro comercial no es una actividad muy enriquecedora. Lo sería mucho más, por ejemplo, poder caminar por las calles y avenidas de una ciudad y parar por sus tiendas a comprar una que otra cosa, hacer pausas en sus cafés, notar alguna galería nueva y terminar la noche comiendo en algún restaurante. No veo como encerrarse en ningún lugar pueda ser algo enriquecedor. Queda claro que el hecho de que acá eso sea una actividad cotidiana es la culpa de comercios poco imaginativos, de
Publicidad
Publicidad