Ni socialistas ni conservadores…
El monstruo de varias cabezas está herido.
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El monstruo de varias cabezas está herido.
“Quien a los dieciocho no es comunista, no tiene corazón; y quien a los veinticinco sigue siendo comunista, no tiene cabeza”. Con esta descarnada reflexión, contaba mi madre (quien vivió en la Península Ibérica desde fines del 39 hasta principios del 43 del siglo pasado), las familias españolas que sufrieron la sangrienta Guerra Civil (1,936-39) explicaban los amargos desencuentros entre padres e hijos o hermanos y primos, que produjo esa violenta confrontación, que en boca de José María Gironella le costó a España “un millón de muertos”. Porque en sociedades tan desiguales como las nuestras, el drama social siempre llega a tocar el corazón y “le crea mercado” a gente que ofrece alguna esperanza a los desposeídos, aunque sea falsa, como hizo Hugo Chávez recientemente en Venezuela y tantos otros en tantas partes. El registro histórico, no obstante, es implacable: hoy solo un observador enceguecido por el fanatismo, la
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