No hay amnistía para el horror
lucha libre
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Empecé a trabajar en periodismo hace veinte años. Gracias a ese oficio que también es mi profesión conocí un país que había estado oculto a mi vida de capitalina privilegiada, un país golpeado profundamente por una guerra de 36 años. Escuché de primera mano los testimonios de muchos sobrevivientes de esa gran noche oscura que cayó sobre los guatemaltecos. Me di cuenta que el dolor y el daño que causó el ejército nacional a la población civil indefensa excedió en mucho al peor cuento de horror que podamos haber escuchado.Todos esos recuerdos están guardados a flor de piel y salen fácilmente ante casi cualquier pregunta. Escuché de masacres en Santiago Atitlán, pero también en Rabinal, Panzós, Nebaj, Chajul, Chel, Cotzal, El Estor, Chisec, Río Negro, Zacualpa, Dos Erres, Ixcán, Sacapulas, Uspantán, Cahabón, Aguacatán, Cobán, San Cristóbal Verapaz, San Pedro Carchá, Comalapa, San Miguel Acatán, Santa Ana Huista, Tecpán, Cunén, solo
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