El descaro de Sandra Torres
Son los pueblos los únicos que tiene el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno, cuando este ya no responda a sus necesidades.
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Son los pueblos los únicos que tiene el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno, cuando este ya no responda a sus necesidades.
Sandra Torres –quien no tiene un pelo de tonta– sabe que para que nazca otra Guatemala no son suficientes las elecciones. No es cuestión de elegir a un presidente en junio, que sustituya al incapaz, mentiroso y corrupto Jimmy Morales. Para tener otro país se requieren transformaciones estructurales y ahora –tarde porque así lo decidió Consuelo Porras, Fiscal General– a través de una sólida investigación se sabe, que Sandra no declaró Q19 millones en las elecciones de 2015. Sin embargo, ante su ambición por la presidencia no le importa ser parte del sistema electoral que se basa en el descomunal financiamiento ilícito que familias corporativas, ponen a disposición de políticos para controlar al presidente, enriquecerse del Estado y materializan su poder terrenal, actuando como dioses. Construir otra nación, es un proceso complejo, conflictivo, doloroso que modifica el lugar de los intocables, implica la intervención de múltiples factores y llega
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