Cacería de disidentes
EL BOBO DE LA CAJA
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EL BOBO DE LA CAJA
Hubo tiempos, no hace mucho, en que pensar distinto, considerarse de izquierda, hablar de socialismo o blandir ideas comunistas estuvo proscrito en Guatemala. Las dictaduras militares de entonces no estaban para delicadezas y, así las cosas, se dedicaron a perseguir, reprimir, torturar, desaparecer y eliminar con saña brutal y sin empacho alguno a todo aquel que calzara en lo que de modo muy ambiguo llamaron enemigo interno. Recordemos. En 1954, tras el golpe de Estado que nos recetó la CIA, vino la dimisión del presidente Árbenz y el regreso triunfal de los conservadores encarnados en la élite criolla (finquera y monopolista) y la Iglesia católica (reaccionaria, advenediza, traidora). El Partido Guatemalteco del Trabajo, reservorio de intelectuales marxistas, fue prohibido por ley. Prohibieron también, en toda la República, el derecho a manifestar y el derecho a congregarse. Algunos disidentes optaron por conspirar desde la clandestinidad, pero el asedio
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