Para empezar nunca, en la época democrática moderna, habíamos experimentado una oferta electoral tan poco definida. Me refiero a que tan cerca a la convocatoria –a solo dos meses– el panorama es bastante fortuito. No tenemos más que rumores acerca de los posibles candidatos y, además, los partidos serán en su mayoría organizaciones sin historial. Por otro lado, la campaña será –bajo la nueva regulación– un relámpago; el periodo de tres meses que permite la ley actual es claramente corto para conocer a un grupo de extraños que tendrán injerencia directa y profunda en nuestras vidas. Y, finalmente, nunca nos habíamos visto en un momento donde la interpretación de la ley en materia fuese tan incierta. Estos tres aspectos ponen sin duda una gran cuota adicional de responsabilidad en el ciudadano. Déjeme aclarar, antes de seguir, lo que considero como obligaciones básicas. Informarnos Ninguno de nosotros debiéremos permitirnos llegar