El fracaso de nuestras élites
El reclamo público que algunos hacen sobre el daño en la economía por la lucha contra la corrupción, es la confirmación de una abyecta inconsciencia.
Publicidad
El reclamo público que algunos hacen sobre el daño en la economía por la lucha contra la corrupción, es la confirmación de una abyecta inconsciencia.
Las sociedades indefectiblemente cambian por dos factores: el dictador virtuoso como príncipe ilustrado que definió Machiavelli o debido a una élite visionaria que decide efectuar transformaciones para garantizar sus posiciones a largo plazo; la democracia resulta un sistema dirigido en el segundo punto. El éxito de la transformación depende en que haya beneficios tangibles para la sociedad donde conviven, de lo contrario, el poder será efímero. Este fenómeno lo hemos visto repetirse una y otra vez a lo largo de la historia, vienen a mi mente –previo a la célebre asamblea ateniense– las consultas populares que Ótanes decía ya existían en Persia, las “signorias” del medioevo, el “duca” veneciano, los cabildos, la declaración de los derechos del hombre en Francia o la constitución estadounidense. En Guatemala hemos fracasado estrepitosamente por la falta de esa visión, las estadísticas frías e inmisericordes son la cachetada perenne contrapuesta a la letanía de justificaciones
Publicidad
Publicidad