¡Ay muerte!
“Fui lo que eres, serás lo que soy”.
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“Fui lo que eres, serás lo que soy”.
Recuerdo despertar al son de las tablas de la cocina de mis abuelas. Aquellas mujeres con olor a talcos, picando al unísono volcanes de colores. Criticando el fiambre de la vecina, convencidas de que el de ellas era el mejor. (Y lo era). Luego, la visita al cementerio. Hoy, tristes alamedas resguardadas por árboles arcaicos. Y pequeñas calles enmontadas. Como una ciudad derruida gritando su ocaso en medio de tiestos, columnas fracturadas, sin abdomen ni peinado. Ángeles decapitados. Tumbas luciendo efímeros abolengos. Fugaces pasados ya sin estuco. Panteones con estatuas ultrajadas por los piratas de la muerte. Hadas, ninfas y faraones sin pátina ni ajuste. Un ejemplo surrealista de nuestra realidad surrealista. Sí, el Cementerio General es una fiel caricatura de la ciudad. Y al fondo, la zona de los nichos colectivos sin derecho a lápida, epitafio ni eternidad. Unos goteando huesos hacia el abismo de los deslaves. Ahí, la
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