El último de los caudillos
Después de Arzú, ¿la primavera?
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Después de Arzú, ¿la primavera?
El Estado patrimonialista del siglo XXI encontró por fin su caudillo, Álvaro Arzú. Bajo el intenso acoso de los fiscales, ese viejo status quo no tuvo hasta ahora liderazgos políticos de altura ni de alcurnia. El caudillismo es pre-democrático, incompatible en la era de la globalización, cuando la relación social es plana, horizontal, irreverente, frente a la autoridad central. El “título” español caudillo, traduce el führer alemán y el duce italiano. Arzú inició su carrera política hace 40 años en el primer círculo de Romeo Lucas García (1978-82), y desde hace 30 años gobierna, con arrogancia decimonónica, la ciudad de Guatemala. Todos los funcionarios –menos él- están sujetos a la fiscalización de fondos públicos. El 99 por ciento de los presupuestos municipales, Arzú los maneja como chequera personal en fideicomisos. Todos los gobernantes –menos él- tienen oposición: el concejo municipal es su feudo y la burocracia edilicia se recluta y
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