Váyanse todos al carajo
follarismos
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follarismos
Quizás sea debido a la edad, a la monotonía o al hartazgo, o tal vez a la mezcla de esos tres factores, el caso es que estoy viviendo una racha de asqueo profundo que me impide leer con serenidad las noticias de los periódicos, escuchar sin rechistar la inepcia de los comentaristas en la radio, y ver la suma de imbecilidades cada vez más insulsas e incomprensibles que las lagartijas de la vida política vierten sobre las pantallas de los televisores, sin que me entren ganas de agarrar el mío a patadas y largarme después lejos, muy lejos. No sé a ustedes, pero hay un momento en el que uno se cansa de que lo tomen por idiota o de que estén tratando de darle atole con el dedo (como decimos en Guatemala) como si fuéramos débiles mentales, aunque probablemente sí lo somos, puesto que la inmensa mayoría de diputados
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