Cuando vuelvo a encontrar argumentos nugatorios del conflicto armado interno, como el de Antonio Arenales (elPeriódico, 18/08/16), pierdo la esperanza de que las generaciones nacidas bajo el estruendo, encontremos el hilo para reconstruir la historia como grandes lecciones a aprender, y no como eterna costura rota desbordada de odios y resentimientos, incluso de quienes impusieron su ley de reducir al disidente (o sospechoso de) a cenizas. Arenales es un político conservador brillante, a quien le atribuyo visión de Estado. Su oposición a juzgar el pasado con efectos jurídicos es firme, al punto que bajo el gobierno de Otto Pérez, siendo director de la Copredeh y la Sepaz promovió el Acuerdo Gubernativo 270-2012 (luego anulado) para desconocer los fallos de la Corte Interamericana por violaciones ocurridas antes de marzo de 1987, cuando Guatemala admitió esa jurisdicción. El argumento de Arenales entonces y ahora es que el Estado se ve obligado onerosamente