Regaladota
EL BOBO DE LA CAJA
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EL BOBO DE LA CAJA
1 A veces pienso en Guatemala como una chava y la vislumbro impresionable y fácil de engatusar; de cuna pobre, cascos ligeros y breve memoria (qué le vamos a hacer, la inteligencia escasea entre sus atributos… y algunos la prefieren así), tal vez no muy agraciada de rostro pero sí bien dotada de curvas y bultos: de aquellas cuyo cofre providencial de delicias guarecidas entre las piernas ha sido, desde siempre, motivo para que vecinos –y familiares incluso– se atiborren mil veces con ella. Con el paso de los años, y quién sabe a cuenta de qué tortuoso motivo (la autoestima por los suelos, quizá), nuestra amiga pareciera hoy disfrutar los vejámenes y hasta propiciarlos, regaladota que es, cuando se presenta lo que ella considera “una buena ocasión”. Está sobada del coco. No es raro verla luciéndose emperifollada toda, jacarandosa, pichoncita de barranco dispuesta a dejarse raptar, una vez más,
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