Durante las últimas tres décadas (1985-2015), los guatemaltecos hemos venido escuchando solamente dos propuestas para superar las recurrentes crisis de las finanzas públicas, subir los impuestos y recortar (contener) el gasto. Ambas fórmulas son eminentemente cuantitativas, porque giran en torno a cuánto gastar y no a cómo o por qué gastar. Luego, el presupuesto estatal siempre se prepara con base en criterios cuantitativos (techo, espacio, crédito o asignación) y no cualitativos, toda vez que lo que importa es el dinero que se asigna a cada renglón y no la optimización del gasto (racionalidad, valor, pertinencia y rentabilidad). Por supuesto, la fórmula cuantitativa que ha imperado es el aumento de impuestos, por lo que el Congreso ha venido decretando nuevos tributos y elevando las tasas impositivas. Paradójicamente, la recaudación tributaria no ha aumentado proporcionalmente a las expectativas, debido, principalmente, a la insuperable incapacidad de cobranza (atribuida en gran medida a la