Con la reciente masacre de París se ha desatado en las redes sociales y en la prensa una enorme y comprensible cantidad de críticas contra el radicalismo musulmán, pero también contra los árabes y los musulmanes en general, así como –aunque en menor grado– contra las potencias occidentales que han ocasionado el despelote en el Oriente Medio desde las intervenciones militares en aquella zona con el pretexto de querer instalar los valores de la “democracia” y del pensamiento occidental. También se reprocha por qué los muertos franceses, y más allá, las víctimas del primer mundo, tienen una cobertura mediática tan amplia, mientras que nuestros muertos en el tercer mundo apenas si despiertan una atención mínima en la prensa nacional e internacional. Recordaré como ejemplo significativo –entre otros tantos que usualmente no se mencionan en la prensa– que las cifras de niños fallecidos por hambre y falta de medicamentos durante los