El sufragio inútil
Lo que voy a ejercer y estoy a punto de hacer, lo hago no por mí sino que por los patojos que vienen atrás.
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Lo que voy a ejercer y estoy a punto de hacer, lo hago no por mí sino que por los patojos que vienen atrás.
Cada cuatro años, rigurosamente, se presenta el infortunio electorero cuando está cercana la fecha de nuestras amañadas elecciones en donde manda el que suelta la plata, y traga más pinol quien tiene más saliva aguardentosa. Es entonces cuando pienso en el futuro de los nietos, así como hace cuarenta años medité acerca de lo que les esperaba a los hijos. Cuando observo con desagrado las efigies grotescas de los candidatos; cuando me cubro las diminutas orejas para no escuchar los falsos sonsonetes de los politiqueros; cuando me tapo las fosas nasales rechazando el tufo mefítico que deja el aliento, los eructos y los cuescos ofensivos de las ofertas inútiles de los aspirantes a puestos públicos, pienso angustiado en el futuro siniestro que le espera a la juventud de esta tierra. Hurgo entonces en la gaveta de los cachivaches en busca de los documentos que todavía me identifican como ciudadano capaz
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