Fin (“the end”)
Árbol en el aire.
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Árbol en el aire.
Sobran ejemplos en la historia de la humanidad sobre ineludibles caídas de imperios; sobre lo inexorable. Sobre la absurda negación de lo innegable. Esto hace recordar la célebre frase de Madame Pompidou, amante de Luis XV, cuando ve inevitable la revolución francesa: “después de nosotros, el diluvio”. Sin duda que, durante su reciente mensaje, el presidente asumió la actitud lógica del “fin de régimen”. Con frontal agresividad y falta de racionalidad, insinuando que “después de mí, no hay nada”. Luego de tan desafortunadas palabras, el gobierno está en shock. Prácticamente sin ministros. Sin atención, sin planes ni estrategia. Un mensaje a todas luces ajeno a las terribles circunstancias que mantienen esta maquinaria oxidada, este cascarón vacío, árbol en el aire, este final inapelable. Pero el colmo de los colmos, la gota que rebalsa el vaso, el deslave del cinismo brutal arremete cuando el “presidente” pide apoyo a la “Guatemala profunda”
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