La perpetua llama de la corrupción
Y el fragante combustible que la hace arder libre y eterna.
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Y el fragante combustible que la hace arder libre y eterna.
Balzac dijo que “Detrás de cada gran fortuna hay un delito”. El robo de tierras que a partir de 1871 perpetró la oligarquía criolla de Guatemala despojando a los pueblos indígenas de sus tierras comunales, no se vio ni por asomo compensado por la expropiación de la máxima terrateniente de la época –la Iglesia católica– ni por la fallida modernización política que en balde quiso ocultar una cruenta economía feudal con un vistoso antifaz –más adecuado para un baile de máscaras que para un país en desarrollo– pretendidamente capitalista. Por el contrario, el robo oligárquico de tierras llamado “revolución liberal”, le da pleno contenido histórico particular a la certera sentencia general del terminante Balzac. El combustible que hace arder la pujante llama de la corrupción es el dinero, pues sin el vano incentivo de comprar la felicidad, la corrupción quizá no existiría. Pero como la noción de que la
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