Relatos 2
Algo que usted debe de recordar siempre, jovencito, es a estar enraizado en cada momento.
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Algo que usted debe de recordar siempre, jovencito, es a estar enraizado en cada momento.
El viejo subió su mirada al verme llegar, se me quedó viendo inquisitivo por un momento. Sus ojos se veían cansados y acuosos, pero la sonrisa seguía ahí. Mientras, parado frente a su mesa, le preguntaba de forma cordial si podría sentarme un momento para platicar, mi mente huía una vez más y trataba de descifrar el rostro del anciano. Los ojos grisáceos y bonachones. La barba de dos días. Las arrugas. Las orejas largas. El cabello ralo muy bien peinado. Esa sonrisa que no desaparecía. Hubo un pequeño silencio y luego levantó la mano pecosa: con la palma abierta y ladeada me señaló la silla frente a él mientras inclinaba levemente el rostro. – ¿Qué puedo hacer por usted, jovencito?, me preguntó mientras llevaba la mirada hacia el pie de manzana y cortaba un trozo más. Logré ver cómo el reumatismo había redibujado los trazos de su
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