Publicidad
La bolsa con víveres en lugar de una oportunidad de empleo; la transferencia monetaria en lugar de capacitación para el trabajo; el saco de fertilizantes en lugar de apoyo para desarrollar proyectos productivos. Bolsas, transferencias, fertilizantes o cualquier otro regalo cumple el mismo fin: garantizar el control político de la población en condiciones de pobreza. Esa es la lógica básica detrás de los programas sociales de tipo asistencialista que tanto le cuestan a los contribuyentes y tan pocos resultados arrojan en términos de reducción de la pobreza. La generación de oportunidades de empleo entre la población que más lo necesita implicaría promover la independencia de la población respecto del poder político. Tener un trabajo es algo que conviene a la persona, a la familia, a la comunidad y al país, no a los políticos que se benefician de perpetuar la dependencia de los pobres al poder político de turno.
Publicidad
Publicidad