¿Quién reirá de último?
El Congreso en la mira: ¿podrá desafiar al mundo con su soberbia ratonesca?
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El Congreso en la mira: ¿podrá desafiar al mundo con su soberbia ratonesca?
Luis Rabbé se desternillaba de la risa. Parecía un muñeco de trapo sacudido por las imparables carcajadas. Y uno temía que en cualquier momento, se le desataran las costuras y empezara a caer el aserrín del que estaba hecho. ¿Cuál era el motivo de esta risa pertinaz? Arturo Taracena lo increpaba por una manipulación que, lejos de constituir una acción digna de un órgano del Estado, era una desfachatada pantomima: la elección de un magistrado para la CC, sacado de la manga, sacado de la nada. ¿Y todo para qué? Para que este magistrado-alfil apuntalara a los otros magistrados-alfiles que ya están instalados en la Corte de Constitucionalidad, en un juego de ajedrez destinado a defender el Estado-corrupción, la “institucionalidad” construida para permitir. Al fin y al cabo ese ha sido, hasta hoy, el nombre del juego. ¿Por qué cambiarlo? Quizá Luis Rabbé tenía amplias razones para la risa.
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