“La gallina que come huevo, aunque le corten el pico…”
Y todo en la Suiza de hoy, no en la Alemania nazi de hace ochenta años.
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Y todo en la Suiza de hoy, no en la Alemania nazi de hace ochenta años.
Me valgo de este dicho tan guatemalteco, a propósito de ese escándalo internacional que ha sido la monstruosidad jurídica ocurrida en el juicio a Sperisen en Ginebra, Suiza, bajo la responsabilidad de un fanático fiscal (“procurador” lo llaman allá) de habla francesa. La “gallina” a la que aludo con la metáfora en el título es Francisco Dall’Anese, el nada profesional Alto Comisionado de la CICIG –y antecesor del presente, Iván Velásquez–, que urdió desde aquí la infame emboscada de la que Erwin Sperisen ha sido víctima, con la colaboración, por supuesto, de la no menos moralmente despreciable (pero muy condecorada políticamente) Claudia Paz y Paz, la Fiscal General que nos impuso Álvaro Colom y retuvo Otto Pérez Molina. Y por el “huevo”, a su turno, denotó esa práctica perversa de valerse de testigos falsos para obtener condenas penales, ajenas, por supuesto, a todo debido proceso. Como en aquellos
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