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Hemos advertido que algunos canallas han venido aprovechándose de la libertad de expresión de ideas, para atacar, descalificar, difamar y destruir a los comunicadores y periodistas a quienes odian, recelan, temen o envidian. La insolencia de esta caterva de individuos ruines llega, incluso, al insulto, a la ofensa y a la humillación, con un lenguaje soez, procaz y grosero, que lastiman no solo la dignidad personal de los denigrados, sino que también lesionan la moral pública. Muchos viles y abyectos se ocultan tras el anonimato y el secretismo malvado, despreciable y degenerado, o sea al amparo de publicaciones clandestinas, cuya difusión, por cierto, está prohibida por el Artículo 8 de la Ley de Emisión del Pensamiento, que dispone: “El autor y el editor de publicaciones clandestinas serán solidariamente responsables y podrá imponérseles una pena hasta de dos meses de arresto menor, conmutable, en la forma y cuantía prescrita por el
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