Juan Luis –llamado también Juancho– tuvo en Miguel Ángel Zea Sandoval, más que un amigo un hermano. El ahora reputado arquitecto y elaborador y evaluador de proyectos, escribió; “(…) Juancho siempre fue un buen muchacho, aunque, a mi entender, algo ‘despreocupado’. Muy inteligente, mejor músico que estudiante, era el organista oficial del Colegio Don Bosco, lugar donde nuestro destino escolar había coincidido. De manera que le vino bien mi amistad, porque siempre fui un obsesionado por el estudio, y así el Juancho mejoró su rendimiento. En mi caso, recuerdo que era un niño bien portado, al menos durante la primaria. Era de los que llegaba primero a la fila, tomaba distancia y me mantenía en posición casi firmes. Entregaba a tiempo mis trabajos y me encantaba ir a misa, al punto que mi mamá pensó en que iba a tener un hijo cura, porque me iba a cantar los alabados