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En enero de 1998 inicié mis estudios de maestría en el Departamento de Antropología de la Universidad de Texas, en Austin; entonces me recibió James B. Brown como director del departamento. En los siguientes dos años y medio de mi programa llegué a conocerlo como un agudo profesor que se enfocó en prepararnos en marcos teóricos que nos mostraban el impacto de la división de clases en sectores trabajadores, comunidades y países considerados tercermundistas. Sus lecturas y reflexiones nos llevaban a cuestionar hasta dónde la opresión de clase definiría el futuro del primer mundo, en un momento en que algunos intelectuales sostenían el fin de la historia y de las ideologías. Discusiones visionarias y nada lejanas que hoy son un desafío para los sectores productivos de los Estados Unidos y Europa. Sus clases teóricas y analíticas estaban conectadas y cargadas de su experiencia etnográfica que había realizado en áreas
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