Inmunización colectiva
Dejar de distinguir grupos, edades y funciones.
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Dejar de distinguir grupos, edades y funciones.
La visita a un supermercado inusual que por alguna razón frecuenté en los primeros días del anuncio de la pandemia hace un año, durante el encierro con toque de queda tempranero, cuando iba solo, rápido, en horarios medidos, hacía cola junto a gente que se alejaba, cuando un estornudo hacía temblar y disgregaba, para proveerme de lo necesario y a la carrera para la familia, fue motivo de una impresión fuerte y reveladora, que impulsó mi fuga irracional del lugar sintiendo asfixia.
El trecho ha sido largo, y aunque el peligro de contagio sigue vigente, ya todo se percibe distinto, hay actividad y movimiento, resignados a convivir con un riesgo natural más que está cobrando 19 vidas por día en promedio en nuestro país, y lleva enlutados alrededor de 7 mil hogares.
La vacuna es la esperanza, y hay opciones, pero la estamos aplicando muy lentamente, siguiendo un orden y juzgados por una masa que se enciende, indigna y escandaliza por tonterías, como cuando se vacunó el alcalde de Villa Canales siguiendo el ejemplo del primer mundo, porque la reina de Inglaterra fue la primera en su país y los presidentes de las naciones poderosas, porque las autoridades públicas son primera línea, pero aquí casi se lo comieron vivo. En los aviones está bien claro el mensaje, si salta la mascarilla de oxígeno en medio de turbulencias, deben ponérsela primero los adultos y después ayudar a los hijos, porque el que guía debe de estar en control.
El mundo es como el Titanic, y las vacunas limitadas son como los botes de salvación, en donde todavía no hay cabida para todos. En el caso del transatlántico el capitán ordenó salvar a los que tenían más vida por delante. Aquí, para que se recupere la actividad económica y vuelva la normalidad, debería de apresurarse la aplicación a todos, a la gente trabajadora, las empresas deberían de acelerar la vacunación de su personal, los que pueden pagar su vacuna deberían de apoyar en la inmunización colectiva, porque al protegerse ellos nos ayudan a todos y facilitan la carga al Estado, que somos todos. La vacuna debería de estar disponible hasta en las farmacias, como en los países desarrollados.
El Estado está comprando millones de vacunas pero pronto se verá sin capacidad financiera para aplicarla, porque cuesta más ponerla que adquirirla. Es necesario recurrir al sistema organizado de salud, y dejar de distinguir grupos, edades y funciones. Hay que empezar por quienes están dispuestos a ponérsela, sin distinción, para que la reactivación sea un hecho, y eso solo es posible si todos ayudan. Aquí lo que manda es la salvación colectiva. Y luego de cubrir a los voluntarios empezará el problema de qué hacer con quienes se niegan a ponérsela, hasta llegar al porcentaje meta que devuelva la tranquilidad.
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José Guillermo Samayoa Soria, implicado en caso Construcción y Corrupción evitó el embargo de sus bienes, trasladando más de dinero millones a cuentas del abogado y sociedades mercantiles vinculadas a García Gudiel.
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