La Llorona sí ganó
La Llorona ilustra uno de esos capítulos difíciles, el de la Guerra Civil guatemalteca que fue todo menos honorable, como cualquier guerra.
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La Llorona ilustra uno de esos capítulos difíciles, el de la Guerra Civil guatemalteca que fue todo menos honorable, como cualquier guerra.
El ansiado Globo de Oro al que fue nominado la película “La Llorona”, del director guatemalteco Jayro Bustamante, no pudo ser. El galardón en la categoría a “Mejor Película de Habla Extranjera” se lo llevó la coreana Minari y no la protagonizada por María Mercedes Coroy. Pero, honestamente, al fin y al cabo el galardón importa poco. Y no es que lo diga porque no lo hemos ganado. Lo mismo diré si, en dado caso no conseguimos la nominación al Óscar ni la estatuilla dorada. Porque La Llorona para los guatemaltecos ha sido mucho más que hacerse con un premio.
Vamos a ello.
En el plano material, La Llorona ya ha hecho historia. No importa que pase lo que sucedió el fin de semana en los Globos de Oro, pues aunque no ganó el premio, la película será recordada en el cine del país y de Centroamérica, por ser la primera película en estar nominada en los Globos
de Oro y en los premios Goya de España. Además, ha ganado un galardón en Costa Rica, Cuba y Estados Unidos y, por primera vez, se encuentra entre las semifinalistas para hacerse con un Óscar.
Pero lo más importante, sin duda, está en el plano espiritual. Ese que importa más que mil trofeos. La película representa una cruda y espantosa realidad de nuestro país; una verdad de la que tenemos que hablar para evitar que se cometa de nuevo. La Historia ha de contarse no porque sea buena para algunos o mala para otros, pero por el simple hecho de ser Historia. Y, si nos ponemos exquisitos, cabe recalcar que la Historia no es buena ni mala sino simplemente es. La Historia de Guatemala, como todo gran país, tiene sus luces y sombras, sus capítulos que nos llenan de orgullo y sus capítulos que nos llenan de ira y vergüenza. Pero ambos son Guatemala.
La Llorona ilustra uno de esos capítulos difíciles, el de la Guerra Civil guatemalteca que fue todo menos honorable, como cualquier guerra. Retrata la sangre, la apatía, la corrupción, la insensatez, el racismo y la crueldad de personajes y épocas negras de un país tan verde. Una película ha logrado que el mundo, pero sobre todo que los guatemaltecos caigamos en cuenta que somos un gran país, lleno de gente valiosa y fuerte que busca superar las heridas de su pasado de la mejor manera que existe después de la Justicia: a través del arte, que sirve para nutrir la memoria y educar a la población.
Gracias a La Llorona y al equipo técnico, creativo y artístico detrás de esta majestuosa obra de cine, los guatemaltecos hemos vuelto a soñar, comprendiendo que para llegar lejos no es necesario deshacernos de nuestra historia, sino aferrarnos a ella con afán de superación. El galardón puede significar mucho, claro. ¿Pero no es más valioso el despertar de un país con aires de unidad, con ganas de escribir nuevos capítulos de nuestra Historia inspirados por el trabajo de aquellos que se atreven a soñar? Para mí, sí. Mil veces y otra vez.
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