Coronavirus: un mensajero al que no podemos ignorar
Mientras sigamos destruyendo los ecosistemas más zoonosis (enfermedades transmitidas de animales a humanos) habrá.
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Mientras sigamos destruyendo los ecosistemas más zoonosis (enfermedades transmitidas de animales a humanos) habrá.
La escena del basurero de AMSA en llamas es apocalíptica, remite a los múltiples incendios de Australia, los cuales duraron 79 días: destructores de una amplia biodiversidad. Ello sumado a (que los científicos nos alertan) la tasa de deforestación registrada en Amazonas como la más alta de la historia, inundaciones, tormentas, ecocidios y otros desastres ecológicos fueron los titulares de 2020 y de los años recientes.
A pesar de que la crisis ecológica es la crisis de nuestra civilización y de nuestro modelo de producción, y que tenemos la evidencia frente a nuestros ojos, los políticos y líderes mundiales no hacen la conexión entre desastre ecológico y esta pandemia que llegó para quedarse.
Mientras sigamos destruyendo los ecosistemas más zoonosis (enfermedades transmitidas de animales a humanos) habrá. Es decir, mientras más hábitas perezcan más virus vendrán hacia los humanos porque somos el animal más numeroso y los virus siempre buscarán donde haya un mayor hospedero.
Durante esta larga pandemia hemos visto reacciones bastante estúpidas como las de poblaciones que queman murciélagos porque creen que el virus vino de ahí. Atacar a los murciélagos es contraproducente porque tienen un papel crucial para mantener el balance ecológico. Ayudan a fertilizar la tierra y reforestar. Son controladores de plagas. El 70 por ciento de las especies de murciélagos se alimentan de insectos, incluidos muchos que dañan la agricultura o propagan enfermedades, como el mosquito del dengue. Y los que comen fruta son polinizadores: a ellos les debemos no solamente semillas y frutas que consumimos, sino otros productos derivados de plantas, como fibras, maderas, aceites y medicinas.
Algunos científicos han señalado que la especie intermediaria en esta pandemia fue el pangolín: un pequeño mamífero parecido a un oso hormiguero con escamas de armadillo, que está en peligro de extinción. Este animal trasmitió el virus a través de la caza ilegal y el comercio en mercados negros de China. Los pangolines se consideran el animal más traficado a nivel mundial. Son transportados en condiciones de hacinamiento y pésima higiene para venderlos en Asia para el consumo de su carne y de sus escamas para medicina tradicional china. Así que no fue el murciélago, sino el pangolín.
La pérdida de especies es devastadora. Al perder la biodiversidad rompemos el equilibrio que nos hace posibles. Sin embargo, no hay aún políticas ni planes globales puestos en marcha para cambiar nuestra relación con el entorno y detener la zoonosis.
La deforestación es la primera causa de enfermedades emergentes. Hemos dejado a nuestro planeta en condiciones insalubres e insostenibles, tanto para nosotros como para las demás especies. A través de cambios de uso de suelo, destrucción de ecosistemas y un mal manejo de especies, los humanos fomentamos un desequilibrio biológico que trae como consecuencia, entre muchas cosas, pandemias. El COVID nos enseña que somos un animal más, que no podemos acaparar todos los recursos y que debemos restaurar y sanar nuestro corazón y el corazón de la tierra.
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Esta industria señala que se ha incrementado el ingreso del producto que no cumple con este requisito de la calidad.
Jose Rubén Zamora
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