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Mi mamá decía que eran prostitutas, pero que eran nuestras vecinas y de quienes debía tener cuidado era de los hombres que llegaban a la cantina. A mí me parecían muy guapas, guapas como las actrices mexicanas de las telenovelas que mirábamos con mi abuela cuando limpiábamos el frijol; me gustaba escuchar el ruido de la televisión, porque así se disfrazaba con el sonido que hacían los árboles y el viento, que era muy fuerte. Yo solo tenía permitido ir a la tienda durante las mañanas, a la hora en que no llegaba nadie a tomar. La avenida de mi…
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