La costumbre de vivir con miedo
“Al miedo estamos acostumbrados ancestralmente”.
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“Al miedo estamos acostumbrados ancestralmente”.
Los índices públicos de miedo al contagio de COVID-19 están retornando en octubre a los niveles del pasado mes de abril, cuando apenas conteníamos encerrados la llegada de la pandemia. Los primeros casos crearon miedo a la mitad de la población, pero uno de cada cuatro continuó descreído, como si todo fuera parte de una conspiración, mientras les afligía la situación económica, los compromisos de pago, la adaptación a las nuevas circunstancias: desempleo o subempleo, sin colegios ni transporte.
En mayo arrancó la verdadera escalada de terror, porque se empezó a escuchar de casos reales de infectados que sufrían en los hospitales, aislados de los demás aunque se sintieran bien, y hasta sucedió una fuga espectacular de “reclusos”, y empezó a sumar el número de fallecidos, y el personal médico reportó bajas.
Para el mes de agosto, el temor alcanzó su más alta expresión, aunque ya venían descendiendo las cifras de fallecidos gracias a la opción de medicinas para controlar el virus que trajeron alivio a la población desempleada, desgastada y sin recursos. Las probabilidades de un final fatal se redujeron y vino la apertura, el fin del Toque de Queda, el retorno gradual al empleo presencial de quienes sobrevivieron a los recortes. En octubre el miedo regresó a los niveles iniciales, pero aún se mantiene alto el sentimiento de cuidado personal, la prudencia.
El riesgo de contagio no ha desaparecido, cada día se sabe de más fallecidos, pero el miedo es menor, porque la gente se cuida y es cautelosa, y poco a poco la vida nacional regresa a las tramas de siempre, a las críticas políticas, manifestaciones raquíticas, destape de casos explosivos de corrupción, y vuelta a la delincuencia, a la sobrevivencia de los apaleados o de quienes ya estaban acostumbrados a mantenerse del producto de la extorsión. Algunos andan extrañando las ventajas del toque de queda, increíble de suponer, y en el interior se escucha de la vuelta a los bloqueos y la formación de grupos de autoprotección que impide el paso a extraños a sus supuestos territorios privados.
Ahora más que nunca, para enfrentar el desafío de la reconstrucción después de estos meses de aislamiento, cuando el peligro continúa cobrando víctimas día a día, es necesaria la unidad, dejar a un lado las rivalidades, y buscar la “estabilidad”.
Al miedo estamos acostumbrados ancestralmente, y la pandemia se está sumando a viejos males, otro más sobre la espalda, porque la vida continúa y el tiempo no se detiene.
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El Bayern Múnich, defensor del título en esta competición, fue eliminado por sorpresa este miércoles en la tanda de penales (6-5 tras empate 2-2) de su eliminatoria de dieciseisavos de final ante el Holstein Kiel, de la segunda división.
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