Y todo empezó con Adán y Eva solos en el Paraíso cuando ella con todo y manzana y serpiente se le insinúa y le pregunta si la ama a lo que Adán le  contesta “¿y a caso tengo  otra opción?”.

Miles de años más tarde un famoso general habría declarado que “LA MANO QUE MECE LA CUNA es la mano que GOBIERNA AL MUNDO”, aunque hay dudas que la frase realmente le pertenezca a Napoleón Bonaparte ya que como es sabido el Gran Corso no le daba más importancia a la mujer que la de ser “el reposo del guerrero” . …Y sin embargo a partir de 1914 esto empieza a cambiar y durante las dos guerras mundiales el pretendido sexo debil  reemplaza la actividad  laboral masculina en las fabricas y oficinas  supliendolo  con gran eficacia mientras que los hombre se matan a placer en Verdun, los campos de Normandía y las playas de Okinawa. Al llegar la paz y durante el largo periodo de expansión económica de la postguerra se abren oportunidades para las mujeres, que no pierden la ocasión de  aprovecharlas en países de cultura  occidental -el resto del Mundo sigue siendo eminentemente masculino—y de imponerse en disciplinas profesionales   habitualmente reservadas a hombres. Observemos, sin embargo, que ello fue posible   gracias a la libertad adquirida por  la mujer con  los  descubrimientos e invenciones  técnico científicos “eminentemente masculinos” que pusieron a la disposición de la ama de casa  no solo aparatos que ayudaron a las labores domésticas sino más aún los diversos métodos anticonceptivos que le ha dado a la mujer la posibilidad de decisión sobre su vida sexual, familiar y laboral lo que anteriormente a ello hubiese sido impensable ni posible.

Frente al avance femenino hay dos interpretaciones posibles. O el hombre ha sido más astuto de lo que habitualmente cree la mujer y que sin ella percibirlo, le está pasando la mano del gobierno mundial lo que con el pasar del tiempo le permitirá a él tornarse en un feliz y mantenido zángano. O por el contrario el hombre en su machismo, soberbia y ceguera prosigue inconscientemente cediéndole terreno a la mujer y aserrando la rama cada vez más delgada en la  que él está sentado.

Si este último fuera el caso, el hombre se dará cuenta demasiado tarde para reaccionar,   haberse tornado dentro de una sociedad femenina por excelencia, en un ciudadano de segunda clase a la total disposición de intratables y exigentes Amazonas…