Entre el virus y el hambre
“Mal invisible que golpeará duro a muchos”.
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“Mal invisible que golpeará duro a muchos”.
Los guatemaltecos estamos en una gran dicotomía en medio de la lucha contra la pandemia del COVID-19, porque para contener el contagio nos hemos atrincherado lo más posible, no queremos llevar el mal al hogar y afectar a los más vulnerables, y así optamos por la pasividad, pero entonces nos amenaza otro mal terrible, el hambre.
Guatemala es un país donde la mayoría trabaja cada día para ganar lo del siguiente, para llevar los alimentos al hogar e ir pagando lo demás. El comercio se acomoda a las necesidades, y en las tiendas venden los productos al menudeo, aunque salga más cara la unidad, pero por la ventaja de lo accesible. Si el día fue bueno, llevan más, si fue malo hay que conformarse con el mínimo.
La pandemia detuvo al mundo y al país. Son afortunados quienes tienen empleo fijo y sus patrones no los han despedido después de tantas semanas que ha durado la guerra en contra del coronavirus. Algunos resisten, y si les han bajado el pago agradecen. Pero qué sucede con la gran mayoría, los que no tienen ingresos fijos aunque igual comen a diario. Habrán acudido a los ahorros, al apartado en el bote de café, hasta que queda vacía. Un sector grande, pero minoritario, está recibiendo una ayuda del Estado, pero el resto nada.
El hambre aprieta. Si un padre necesita proveer una lata de leche al hijo recién nacido que llora sin razón ni entendimiento, sale a trabajar con ánimo y no regresa a casa sino al tener resuelta la urgencia, o acude a la mendicidad o si muy orgullosos a la delincuencia venial de tomar coraje para asaltan a sus semejantes. El hambre rompe toda consigna.
La tensión actual va de protegernos del virus para no morir, nosotros o los nuestros, frente a la opción de morir de hambre. El coronavirus es un mal probable, porque si nos agarra pueda que nos doble, pero podríamos salvarnos.Es un mal invisible que golpea a los más débiles. El hambre, por el otro lado, ya está bien probado, es conocido y no falla.
La pandemia es fatal, porque la podrán enfrentar quienes tengan ingresos o ahorro para resistir, pero no quienes viven al día. Pronto la gente preferirá morir trabajando que de hambre sentados en la puerta de sus casas.
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