Espejo roto
“El pensador rompe las cegueras antes que los demás”.
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“El pensador rompe las cegueras antes que los demás”.
Mucho pensamos sobre la incertidumbre que se evidencia en estos tiempos. Más aún sobre lo vulnerables que nos vemos frente a semejante situación que lo único que trae debajo del brazo es caos y desolación. Es así y ya no podemos ocultarlo con falsas sonrisas ni discursos forzados. Ni mucho menos con mentiras o postizas argumentaciones. O peor aún con manipulación de fornidas palabras, pero vacías de contenidos para estos tiempos. Y menos con estrategias confusas que no resuelven el problema de fondo.
No, esta situación no puede esconderse entre la neblina o detrás de una cortina de humo. Mentes colonizadas rigen nuestra historia. Más que evidente. No han sido capaces de “despensar” nocivos argumentos para pasar a comprender palabras de pocas letras pero de altos significados: “equidad”, “justicia”, “pluralismo”, “empatía”… Ocultar conciencias es una mala decisión. Seguir con antifaces es una mala decisión. Barrer debajo de la alfombra es una mala decisión. Tapar el sol con un dedo es una mala decisión. Jugar a los avestruces es una mala decisión.
No está de más acercarnos al entendimiento, a la concordia, a la comprensión de lo que estamos respirando. Producir ideas para paliar este terreno escabroso repleto de peligros. Eso nos obligaría a no ser espejo. Espejo roto, retazos de imágenes inconclusas. Hay que evitar ser caja de resonancia de lo absurdo. Pensar con el llamado prójimo que siempre ha sido víctima de la exclusión, del hambre, de la pobreza. Y dejar de burlarse de esta realidad convulsa donde habitan el racismo y la exclusión.
Sí. Es un buen momento para articular las soluciones con las realidades. Encadenarlas, vincularlas. Ese divorcio no le conviene a nadie. Una solución es buena en la medida en que tome e n cuenta hechos y verdades. Porque una buena obra conoce su escenario. Y cada olla sabe sus hervores.
O sea, ejercitar la historia, la filosofía, el humanismo y el pensamiento crítico. Reconstruir tejidos y el valor de los colectivos. “Desconstruír” ideas que conservan el moho rancio del colonialismo. El sarro de la indiferencia. Porque el cambio depende de nosotros, y apostar por la transformación del conocimiento también. Ideas para calidad de vida y corrección de la desigualdad; bisagras entre las necesidades y las oportunidades. Es hora de dejar el monopolio occidental de la gestión del conocimiento.
En mucha vida política se ha operado la sustitución de las ideas por las imágenes; de la verdad por la apariencia; de la tesis por los eslóganes que hoy nos abruman. Más que nunca habrá que derrumbar prepotencia e impunidad; que pensar en los avances de la ciencia y los retrasos de la ética. Y ver de frente y sin tapujos la auténtica posibilidad de un cambio. Es hora de instalar una nueva verdad. Que sea nuestra.
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