Disyuntivas en la narrativa histórica sobre el 25A
Esta fecha no posee el mismo peso ni significado que tiene para la Guatemala capitalina.
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Esta fecha no posee el mismo peso ni significado que tiene para la Guatemala capitalina.
El pasado 25 de abril, se cumplieron cinco años de la primera manifestación masiva contra el gobierno del general Otto Pérez Molina, quien, junto a la mayoría de los miembros del Partido Patriota, cancelado en 2017, que incluye empresarios, elites y funcionarios, fueron denunciados como integrantes de estructuras enfocadas en defraudar al Estado a través de redes de corrupción en todos los ministerios. Esta fecha se ha convertido en un hito para la narrativa histórica de sectores ladinos urbanos sobre su rol como actores, políticos y agentes de cambio a través de la vía pacífica en la época de posguerra. Y es que, a pesar del intento de generalizar la colectividad y el proceso organizativo a todo el país, es evidente que, dentro de la historia y narrativa de otros pueblos, esta fecha no posee el mismo peso ni significado que tiene para la Guatemala capitalina.
La divergencia en las narrativas es importante analizarlas porque en un país diverso y racista como Guatemala, al generalizar se corre el riesgo de asumir y aportar a construir una narrativa oficial que casi siempre invisibiliza los procesos de resistencia de grupos minoritarios políticamente o marginados socialmente.
En el caso del 25 de abril, la línea histórica que circuló sobre el quinto aniversario vincula el evento con otros procesos de resistencia citadina de clase media y media alta, como el intento de derrocar a Manuel Estrada Cabrera, dictador de 1898 a 1920 o la misma Revolución de 1944. Este último evento es importante mencionarlo porque la narrativa histórica en su mayoría se ha enfocado en describir los aportes sociales del régimen revolucionario de 1944 a 1954, todos válidos, pero sin problematizar la manera en la que el proceso afectó la organización y la vida de los pueblos indígenas.
Dentro del pequeño círculo académico nacional, solo el historiador kaqchikel Edgar Esquit, ha planteado en base a su trabajo en archivos cómo la Revolución de 1944 fue un proceso ultimadamente ladino que se rehusó a ver la agencia de las diversas comunidades mayas de Guatemala. Asimismo, dentro de la memoria larga e historia oral de principales y autoridades indígenas, la Revolución de 1944 representó una parte del arrebato del poder político en sus comunidades porque las autoridades revolucionarias ordenaron que las autoridades y alcaldes de algunos pueblos debían de ser ladinos, como el caso de la región ixil.
Por eso, para algunos sectores de pueblos indígenas, el 25 de abril podría no representar una fecha trascendental en la larga historia de sus luchas porque no se tradujo en una representación amplia y digna de poder, por ejemplo, en el Congreso. Como sí sucedió con sectores ladinos, que hoy escriben un capítulo más en Guatemala.
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