Cierro los ojos
“Con los pies sobre la tierra y la solidaridad activa”.
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“Con los pies sobre la tierra y la solidaridad activa”.
Los árboles alcanzan plenitud pintando el aire tibio con sus lágrimas lila. Temporada hoy entrelazada con ese juego de emociones que transportan nuestras huellas. Usualmente los cinco sentidos se avivan con paisajes, bacalaos, inciensos, bandas y mucho sol. Y uno sexto que come de recuerdos. Hoy todo está en suspenso menos eso último, los recuerdos. La verdad es que cuando las pupilas se tiñen de púrpura chinto, las tradiciones se posesionan junto con el olor anticuado de un pasado no resuelto. De una realidad que nos revira. La punta de la lengua en el agujero de un mango de pashte; las resinas que pican la vista y perforan el olfato hasta el ahogo. Cuando eso ocurre, se aviva la imaginación ahora, en medio de la desolación, más requerida que nunca.
El año pasado las ferias no se daban abasto. Las leyendas invadían imaginarios (“El Milagro de la Jacaranda”). Cierro los ojos y veo helados de paleta. Cierro los ojos y ahí están los jocotes en miel flotando boca arriba, sobreviviendo en grandes ollas de peltre. Bollitos, coco en dulce, tortas con ajonjolí y chocolate caliente. “Por mi gran culpa”. Cómo vamos a extrañar el jolgorio y a los amigos, pero a cambio de eso, descansaremos sobre el orgullo de hacer las cosas bien. De seguir indicaciones y quedarnos en casa. Con los pies sobre la tierra y la solidaridad activa, porque miles de miles van a perderlo todo. Angustia y desolación.
Cómo vamos a rememorar la neblina de súplica y redención. Azotes de bombas procesionales. Ventas de pelotas (de tripa), trompos, pirulís, dulces de miel y panitos miniatura. Pasión, muerte y resurrección. Cierro los ojos y ahí están los matilisguates, nubes rosadas bordeando orillas, esperando pacientes el paso del Nazareno; sediciosas vainas del corozo con su olor a rancio, siempre añejo, haciendo arcos para recibir el indulto. Cofrades y cucuruchos pecadores. Concupiscencia y falta. Cruz. Todo listo para arriesgarse a la indulgencia. Capirotes, estandartes, horquillas, andas y cargadores. Penitencia. Milagros denegados.
Cómo vamos a extrañar la arena, negra. El agua de río. El lago tibio. La gruta oscura. Pueblos en fiesta, aunque no crean. El anda zarandeando húmedo aserrín teñido. Arrasando con frutas y requiebros.
Pero toca guardar sensaciones y sacar empatías a cambio de terroríficos intereses personales. Porque muchos van a llorar con el silencio. Toca demandar unidad en la distancia. Y exigir que el gobierno cumpla con las necesidades de los pueblos, evitando a toda costa aprovecharse del dolor. Estemos atentos.
Demandemos mensajes contundentes de “cero tolerancia”. Control, aplomo, certeza, honestidad y atención pronta por parte de funcionarios. Pero también colaboremos al pie de la letra, porque será la única manera de sobrevivir a semejante debacle.
Cierro los ojos y nos damos la mano.
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