Siempre mantenemos la esperanza en la juventud porque la vimos en el pasado luchando por los derechos del pueblo y sus propios derechos. Hoy en día, pese a los malos ejemplos que recibe, puede seguir siendo la esperanza que rescate al país de las manos de tanto criminal y de los carteles de la droga que han infectado hasta las fuerzas de seguridad.
Como se dice comúnmente, da vergüenza ajena cuando uno ve hacia la izquierda, a la derecha, hacia adelante o atrás, solo podredumbre, nada que dé ejemplo digno a la juventud, sino solo malos ejemplos de comportamiento, de aprovechar cualquier rendija para llevar dinero y agua a su molino. Los últimos hechos que han acontecido en el país y que, con pruebas concretas los ha puesto a la vista pública la Fiscalía Especial contra la Impunidad, son escándalos de altas proporciones que no pasan desapercibidos para el pueblo y que hasta los jóvenes que poco oyen noticias, los comentan.
Hoy en día, si no son unos diputados que ocupan espacio en los medios, es el pleno del mismo haciendo mafias para pasar leyes que atentan contra fundamentales derechos ciudadanos, o son exdiputados o excandidatos agarrados con las manos en la masa. Los titulares recientes sobre las reuniones “secretas” de Gustavo Alejos Cámbara, son un ejemplo de cómo se mueven los hilos para copar el sistema de justicia. Uno los ha visto en los mítines desgañitándose y haciendo sendos ofrecimientos al pueblo, para luego ver sus fotos como prófugos de la justicia o en un sanatorio para evitar ir a prisión. En el caso de Alejos, a pesar de múltiples acusaciones que tenía, entraba y salía libremente de un sanatorio y quizá ahora, con una acusación más la pare junto a otros de sus compinches en uno de los centros carcelarios, pero con todas las comodidades que tenía en casa y sin el derecho de poner, legalmente, un pie en las calles, pero si los dos con sus salidas ilegales, pues es un secreto a voces que muchos de ellos gozan de ese privilegio.
Por suerte, hay jueces, abogados, fiscales, empresarios, dirigentes sociales y comunitarios, hombres y mujeres que siguen caminando con la frente en alto y no con la cabeza agachada, los grilletes puestos y unos cuantos policías custodiándoles. Esos que mantienen su dignidad sin tacha alguna, deben seguir siendo el ejemplo a seguir por la juventud y no los políticos, empresarios o militares que han sido señalados de estar íntimamente ligados a los carteles de droga y al crimen organizado.
Pero a pesar de todo, seguimos manteniendo las esperanzas que esa juventud de hoy despierte, asuma su compromiso y que las celebraciones de los cien años de fundación de la Asociación de Estudiantes Universitarios (AEU), sean de denuncia, análisis, propuesta y compromiso de lucha por el rescate del Estado y la transformación del país.