¡Gracias Iván Velásquez!
El comisionado Velásquez enseñó que los cambios no los hace una persona sino equipos comprometidos.
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El comisionado Velásquez enseñó que los cambios no los hace una persona sino equipos comprometidos.
Conocí a los tres Comisionados que dirigieron la CICIG, al jurista y fiscal español Carlos Castresana, al fiscal costarricense Francisco Dall’Anese y al jurista colombiano Iván Velásquez Gómez cada uno experto en su campo. Sin embargo, fueron Castresana y Velásquez quienes realmente buscaron cumplir el mandato que les fue asignado, por eso, fueron declarados ‘non gratos’ por las hordas del mal: las elites guatemaltecas.
En esta etapa que se cierra –quizá momentáneamente– quiero agradecer a Iván Velásquez por el trabajo ejemplar que realizó al frente de la CICIG desde 2013. Su entrega, conducta y tenacidad son un ejemplo a nivel mundial, para cualquier profesional, del costo personal y familiar que implica hacer que la justicia prevalezca en beneficio de las mayorías y demostrar que nadie –sin importar la riqueza que posea, el color de su piel o los contactos que tenga– es superior a la ley. Él y el equipo nacional e internacional que formó son un modelo de que sí se pueden transformar estructuras, instituciones y estados –sin violencia– usando la inteligencia, los mandatos y las leyes.
El comisionado Velásquez enseñó que los cambios no los hace una persona sino equipos comprometidos, como lo lograron con las fiscales generales, Claudia Paz y Paz y Thelma Aldana. Irónicamente hoy los tres no pueden vivir en Guatemala porque sus vidas peligran.
Al concluir la CICIG se aprendió que no hay intocables en ningún sector y que las redes económicas y políticas licitas e ilícitas son las responsables de la pobreza, la pobreza extrema y de la imparable migración en que se debate la población guatemalteca.
Con el fin de este ciclo, pierden las mujeres y hombres honestos, los trabajadores públicos que cumplen, los políticos y funcionarios que han dado su vida por construir otro país, los empresarios que invierten y realizan sus responsabilidades, los pequeños y medianos inversionistas que no se dan por vencidos a pesar de que no pueden competir con los corruptos monopolios, los estudiantes y los trabajadores del campo.
Iván Velásquez Gómez ha trascendido su época y su nombre es sinónimo mundial de lucha por justicia, mientras las y los corruptos no podrán, ni siquiera, arañarle una digna mención a la historia universal.
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Antiguo electricista y encantado de ayudar, el octogenario reconoce que no siempre es fácil enseñar y que a veces tiene que entender primero las lecciones antes de poder ayudar a sus bisnietas.
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