¿Hemos llegado al fin de las ideologías?
No se trata de prescindir de ellas, sino de revaluarlas y actualizarlas.
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No se trata de prescindir de ellas, sino de revaluarlas y actualizarlas.
Estamos a la víspera de una nueva contienda electoral, que hasta la fecha pone a disposición de los votantes un menú de individuos que poco o nada tienen que ver con ideología y mucho, con sus intereses o los de aquellos que los patrocinan. Una contienda por llegar al poder, sin duda, pero llegar, ¿para qué? De no ser las burdas izquierdas y derechas heredadas de la Guerra Fría, ninguna agrupación política posee una definición clara en relación con su ideología, que permita a los guatemaltecos adherirse a la misma o, para su efecto, buscar la alternativa a una postura con la que no se comulga. Más allá del discurso trillado y obsoleto de una guerra que lejos quedó –y que fue capaz de engendrar en lo más profundo de nuestra sociedad una polarización y un divisionismo sin precedentes–, no hay propuestas ideológicas, políticas o profesionales de ninguna agrupación.
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