Cerremos los espacios a la corrupción y a la incapacidad
Son preocupantes las candidaturas que nos presentan para los próximos comicios electorales; pero es más preocupante aún, qué harán cualquiera de estos si alcanzan el poder.
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Son preocupantes las candidaturas que nos presentan para los próximos comicios electorales; pero es más preocupante aún, qué harán cualquiera de estos si alcanzan el poder.
Un poco más de tres décadas de democracia han sido suficientes para concluir que quienes gobernaron durante esta era, están en deuda con Guatemala. A consecuencia de la coyuntura actual, se habla del peligro de retroceder a una época oscura de nuestra historia, sin tomar en consideración que el rumbo que llevamos es peor que el punto de partida. Invocando las ideologías de la Guerra Fría, nos encontramos sumidos en una confrontación de apariencia ideológica, que poco tiene que ver con el pasado que algunos intentan revivir, y mucho con perpetuar un modelo económico, social y político que ya no es sostenible.
Ya no existen las válvulas de escape que nos permitieron flotar en el pasado. Hoy, con más de sesenta por ciento de la población viviendo en pobreza y pobreza extrema, hemos condenado a más de la mitad de la niñez a la desnutrición crónica; con una élite empresarial tímida al cambio y a asumir un rol que atienda los problemas del siglo 21; una diseminada sociedad civil, entretenida atendiendo la coyuntura actual; la corrupción e impunidad enraizadas en toda la sociedad, habiendo lapidado las históricas relaciones internacionales y, por último, sin la opción de migrar hacia el norte ante la política migratoria estadounidense, que pronto cerrará sus puertas a nuestro mayor producto de exportación: nuestros connacionales… Estamos ante un Estado fallido.
Esta es la realidad a la que se tendrán que enfrentar quienes lleguen al poder. Esta es la herencia de más de treinta años de democracia, en los que lejos de avanzar nos estancamos y permitimos que la corrupción cooptara de tal manera el Estado, que este promete continuar al servicio de las mafias que operan en impunidad. Por ello tenemos que ser conscientes de que las próximas elecciones serán, una vez más, una lotería entre quienes poco o nada pueden hacer por cambiar la situación. Definitivamente, unos peores que otros, algunos abiertamente corruptos y otros, solapados. Unos capaces sin posibilidad y otros, con posibilidad pero incapaces. La mayoría con trayectorias oscuras que debiesen vetar su participación. No obstante, existe entre estos una minoría capaz de darnos un gobierno de transición, que nos permita prepararnos para una fidedigna contienda electoral en el año 2023.
El futuro se nos convirtió en presente, mientras estábamos entretenidos atendiendo la coyuntura. Esta realidad solo beneficia a quienes el cambio perjudica. Los resultados de las próximas elecciones poco harán por mejorar la situación actual, pero en nuestras manos está no dejar pasar otros cuatro años sin sentar las bases que nos permitan crear nuevas realidades políticas para el futuro. Ese debe ser el mínimo común denominador, independientemente del sector al que pertenezcamos, nuestro estrato socioeconómico o nuestra ideología.
Busquemos que el nuestro sea un sistema político en el que impere la meritocracia, guiados –independientemente del posicionamiento dentro del espectro ideológico–, por los mismos estándares de ética y preparación. Encontremos juntos la manera de cerrarle los espacios a la corrupción y a la incapacidad.
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