Homenaje a Edelberto Torres Rivas
El camino no ha terminado. Sigue en su sitio su figura señera y su palabra lúcida que sugiere caminos.
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El camino no ha terminado. Sigue en su sitio su figura señera y su palabra lúcida que sugiere caminos.
Cuando se evoca a los amigos del alma arrebatados por la muerte, surgen los recuerdos vivos como si hubiesen sucedido ayer. Tal el caso de nuestra generación universitaria, creada durante los primeros meses del año 1948. Oigo clara la algarabía de los cientos de jóvenes de entre 17 y 18 años que inundamos literalmente el salón del primer año de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de San Carlos de Guatemala. Nadie conocía a ninguno. Llegamos entre miedos y esperanzas. Algunos procedían de la Escuela Normal Central, otros, del Instituto Central, los menos de colegios privados, y el resto de casi todos los departamentos del interior de la República. La Universidad de San Carlos de aquella época unificaba en su seno tanto a los señoritos como a los humildes representativos de todas las clases y capas de nuestra sociedad. En aquellos años era la única institución
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