“La paz es el camino”
La buena voluntad está asociada con el amor a los demás.
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La buena voluntad está asociada con el amor a los demás.
En los últimos tiempos, en distintas regiones del mundo, nuevamente se han venido acicateando y afianzando los nacionalismos, los separatismos y la intolerancia religiosa, que alimentan el temor a la globalización, el escepticismo a lo multinacional, la xenofobia, el racismo, la exclusión, los extremismos y, en general, el divisionismo y el rechazo al diferente, a quien, como en la primera mitad del siglo pasado, se acusa de ser el causante de todos los males sociales. Abundan los discursos y las campañas de odio, rencor y ruptura. En suma, se está dando rienda suelta a la desunión, a la fragmentación y a la confrontación.
Por el contrario, en una sociedad unida, cohesionada, se promueve la tolerancia, la fraternidad, la solidaridad, el bien común y la paz; en ella rigen los valores humanitarios, que conciben y aquilatan a la persona como un ser libre, único, irrepetible, singularísimo, digno, autónomo, inacabado, responsable de su propia vida, así como un fin en sí mismo; en su seno se trabaja, comparte, convive y coopera en un plano de igualdad ante la ley, libertad individual, respeto mutuo, comprensión y compasión, sin dominaciones, sumisiones, reverencias ni subordinaciones a regímenes despóticos.
La Constitución de Guatemala dispone que los seres humanos deben guardarse conducta fraternal entre sí, o sea que deben fraternizar, es decir unirse y tratarse como hermanos. La unión equivale a juntarse, aliarse, con el fin de afrontar un destino común, recorrer un mismo camino, asumir determinados desafíos o compartir causas o luchas. Asimismo, un tratamiento fraternal es reconocerse y aceptarse como si todos fueran hijos de los mismos progenitores.
De suerte que guardar una conducta fraternal entre sí conlleva que las personas se traten con el afecto con que se trata a un hermano. Por tanto, bajo el supuesto de la fraternidad no se admite el engaño, el odio, la envidia, la intolerancia, la hipocresía y la agresión; más bien se asume el fortalecimiento de un sentido de pertenencia y el afianzamiento de los lazos de confianza, camaradería y cooperación inteligente.
En todo caso, en una sociedad cohesionada la convivencia pacífica entre los seres humanos, así como la armonía en la diferencia, que es la base de la tolerancia y del respeto, es cuestión de buena voluntad y de buena disposición hacia el otro, hacia el prójimo.
Por ello, me encanta la sentencia del Evangelio de Lucas “paz a los hombres de buena voluntad” (Lucas 2,14), que, además de espiritual y sublime, es fundamental para la convivencia. La paz se asume como un estado de concordia, armonía y ausencia de conflicto, en tanto que la buena voluntad está asociada con el amor y la aceptación de los demás.
El Papa Juan Pablo II, en su visita a El Salvador en 1983, expresó: “Todos y cada uno, empresarios y obreros, maestros y alumnos, todos tienen el deber de ser artesanos de la paz”, que complementa la promesa del Señor: “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados Hijos de Dios” (Mateo 5,9). En ese mismo contexto, Mahatma Gandhi afirma: “No hay camino para la paz, la paz es el camino”.
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Decidir irrumpe en la dominación.
El mandatario saliente y su esposa tampoco han invitado a Biden y su esposa Jill a la Casa Blanca, una tradición en Estados Unidos, y no asistirán a la ceremonia de investidura del demócrata el miércoles.
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