“Mi Buenos Aires, querido, cuando yo te vuelva a ver…”
Decía Carlos Fuentes, el gran escritor mexicano, que el hombre de hoy, tiene mucho del niño que fue.
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Decía Carlos Fuentes, el gran escritor mexicano, que el hombre de hoy, tiene mucho del niño que fue.
Hace veintidós años, desembarcamos con algunos de los compañeros y amigos del Colegio Salesiano Don Bosco en la ciudad de los Buenos Aires, República Argentina, por primera vez. En aquella oportunidad fuimos a varios espectáculos de tango, entre los que recuerdo, los que brindaban “El Viejo Almacén”, “Señor Tango” y “La Comparsita”. En la rueda de amigos, entre los que se incluían los ingenieros Danilo Zamboni Chang, Edgar Valenzuela Flores y Carlos Aguilar Peltzer, además de mi persona, comentábamos que la mayoría de las letras de los tangos las sabíamos. Empezamos a indagar por qué. La respuesta casi unánime fue que nuestros padres y madres fueron de una generación que en la Nueva Guatemala de la Asunción, escucharon tangos por la radio. Y ni modo, nosotros niños, oyéndolos a ellos, los fuimos aprendiendo. En mi caso, la familia de mi madre los Carrera Samayoa se la pasaban cantando, y tangos,
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