De la oscuridad al luto
“Vimos que todo se oscureció”.
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“Vimos que todo se oscureció”.
Como en un parpadeo gigantesco, muchos guatemaltecos, nadie sabe cuántos, pasaron del movimiento a lo inerte, seres de todas las edades, múltiples confesiones, labriegos, empleados de servicios, estudiantes, señoras de la casa. En el minuto trágico, su vida fue cegada por los fuegos del corazón de la tierra. Una instantánea transformación de lo físico a lo etéreo. Mucho dolor en los que les vieron irse. Sin entender qué pasaba. Niños en apagada algarabía. Nadie responde sus preguntas ¿y mamá, dónde está mamá? Los afectados: familias del campo. Numerosas. Pobres.
¿Por qué ese extraño sino “lleva” los fenómenos naturales a ensañarse en casas de pobres o será la pobreza quien les lleva a habitar, en zonas de riesgo? La respuesta es sórdidamente obvia. No hay tragedia humana en donde los pobres no sean los martirizados: Terremoto, guerra interna, tormentas, deslizamientos, violencia. El “resort” ubicado en el área impactada, fue evacuado a tiempo, cero heridos, ningún muerto. No es que reivindique que debió haber –potentados– muertos. No para nada.
El punto es que ser pobre, en un Estado indolente como el de Guatemala. Es contar poco, ser escasamente humano a los ojos del capital y el poder. No hay dinero público, ni logística oficial para prevenir. Solo habrá colecta, para las honras fúnebres, acto religioso y monumento. A propósito, hoy escuche, a través de la radio a un geólogo decir: en el mundo ideal, no debería vivir gente por aquellos parajes. Pero eso, en Guatemala imposible. Fin de cita. Lo que debió ser un parque natural, es en realidad un área de vivienda y cultivo. Las consecuencias: muerte, desolación, orfandad, lisiados. Así que, por ahora, nos queda, llorar a nuestros muertos y seguir esperando, ojalá un largo trecho, a que suceda la nueva tragedia, no importa de qué tipo, siempre irá tras los pobres. Así ha sido siempre y así será, en los tiempos y futuros, siempre que la desigualdad sea el signo distintivo de esta sociedad, y en tanto los pobres lo continúen siendo y sigan sobreviviendo colgados de barrancos, laderas o al pie de cerros y montañas.
Así será mientras tengamos gobernantes y diputados como los de ahora: desvergonzados, “listos”, siempre tratando de imponer leyes de impunidad aprovechando la noche y la desgracia humana, riéndose de los “ojos de los enterrados”. Así será mientras la democracia siga lejos y la oscuridad que vio el testigo de la tragedia, sea nuestro “ambiente natural”. Obviamente debemos trabajar en solidaridad, socorrer, a la vez organizar. Transformar.
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