El abanderado de La Preparatoria
Sobresaliendo entre todos, un muchachón de peso completo y mente clara, que respondía al nombre de Ricardo Samayoa de León.
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Sobresaliendo entre todos, un muchachón de peso completo y mente clara, que respondía al nombre de Ricardo Samayoa de León.
Finalizaba el año de 1947 y estaban próximos los exámenes finales en el Instituto Central, bajo la dirección del profesor Roberto Sosa Silva.
Por disposición del Ministerio de Educación los exámenes finales de los colegios privados tenían que llevarse a cabo en el Instituto Central. Y ese mes de septiembre el amplio patio del Instituto con sus cuatro araucarias se llenó de las voces jóvenes de patojos provenientes de los colegios: San José de los Infantes, el Instituto Modelo y el Colegio La Preparatoria. Los Shecas del Central veíamos cómo entraban y salían de las aulas los alumnos de esos colegios. Sobresalía entre todos un patojo grande, calmado y bonachón que, llegaba con la fama de ser el mejor estudiante de La Preparatoria y que empezó a cosechar SOBRESALIENTES en casi todas las materias, salvo en Educación Física en la que sacó dos bueno y una Pira, por no poder rebasar la altura mínima de salto-alto.
Llegó febrero de 1948 cuando abrió sus puertas el Paraninfo Universitario, para dar paso a los pelones de primer año de Medicina con muchachos del Instituto Central (el Seco, el Conejo, el Loco, el Sordo y otros); Ana María Morales, del Francés; Malouf del Infantes; Víctor, Chaco y Mario Ríos de Quetzaltenango; sobresaliendo entre todos, un muchachón de peso completo y mente clara, que respondía al nombre de Ricardo Samayoa de León.
Con el sobrenombre de Toto, el Gordo y otro políticamente incorrecto discurrió alegremente por la facultad y por las salas de Medicina, Cirugía, Maternidad y especialidades; inclinado más hacia el estudio que a las bromas y a las parrandas nuestras. En noviembre de 1955, fue el primero en graduarse con una tesis: La Hibernación en Cirugía que le valió el Premio Flores. Ya matrimoniado con Tula, una bella y elegante patzuneca, voló hasta París para entrenarse en Anestesia con el Maestro Laborit y luego a Estados Unidos para completar su entrenamiento en el Hospital de Niños de Boston. Después de una laboriosa carrera y ya agotado, se ausentó sigilosamente dejándonos sin su amistad fraterna y su mano amiga: Ricardo Samayoa, el abanderado de La Preparatoria.
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De no hacerlo, es probable que el gigante del Norte ejerza su musculatura para imponer soluciones diseñadas desde allá.
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