La cruz perpetua de ceniza
Todavía con cáscaras de huevo y confeti en la pelambre, me acerqué al altar mayor en donde el Padre Eloy nos estampó en la frente una cruz de ceniza el primer miércoles de Cuaresma.
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Todavía con cáscaras de huevo y confeti en la pelambre, me acerqué al altar mayor en donde el Padre Eloy nos estampó en la frente una cruz de ceniza el primer miércoles de Cuaresma.
Me encontré por primera vez con ella, cuando ajusté cinco años. Vistiendo camisa blanca y pantalón oscuro entré a la casa del abuelo que descansaba en su cama, cubierto por una sábana blanca y un pañuelo que le apretaba la mandíbula alrededor de la cabeza. Mientras que mi madre y las tías rezaban una monótona letanía, la abuela colocaba un vaso de agua el pie de la cama para que bebiera el abuelo. Con la única iluminación de cuatro cirios, un crucifijo presidía la ceremonia de la muerte. Esa mañana de enero entre lágrimas y rezos supe lo que era un crucifijo.
Un año más tarde entró a la casa el Padre Julio; terciándose la estola, se untó el pulgar de óleo, hizo la señal de la cruz sobre la frente de mi hermano menor, quien hacia un momento se había escabullido a saber adónde. Poco a poco me fui familiarizando con las cruces. Cuando subíamos al Cerro del Carmen para volar barrilete, lo primero que veíamos era la enorme cruz de piedra de la Ermita; lo mismo sucedía cuando al salir del Mercado Central después de escamotear manías de los canastos, nos topábamos con la cruz acusadora de la Catedral. De todos lados brotaron cruces: Santa Rosa, Capuchinas, la Merced, la Recolección, San José, Belén.
Todavía con cáscaras de huevo y confeti en la pelambre, me acerqué al altar mayor en donde el Padre Eloy nos estampó en la frente una cruz de ceniza el primer miércoles de Cuaresma que, se transformó luego en una inagotable cruz que abarcó todo el territorio. En San Bartolomé Becerra, Chajul, Camotán, La Reforma y San Juan Sacatepéquez, nacieron nazarenos agobiados por cruces de cedro, encino y caoba.
Como en la esquina de lo que antes era la Pila de la Merced se construía el Segundo Cuerpo de la Policía que serviría de refugio a policías y ladrones, torturadores y torturados, los albañiles colocaron un 3 de mayo una sencilla cruz de pino adornada con flores de papel de china, mientras pateaban una pelota desinflada.
Con la insania, la injusticia y la ignominia se apareció la represión con un montón de cruces que fueron plagando calles, callejones y avenidas de aldeas, barrios y cantones en su tarea de Tierra Arrasada. Manos obreras y campesinas sembraron cruces en Dos Erres, Xamán, Plan de Sánchez, Chichupac y Río Negro. Además, las cruces niñas de Oscar Top y Daniel Xiquim en San Raymundo. Faltaban cruces para tantos nombres.
Sobre una mesa de escritorio apareció la vieja fotografía tomada un viernes de Dolores en la sala de mi casa: Sonrientes, después de leer el periódico estudiantil, están Jesús Guerra Morales, Mario López Larrave, Carlos Guzmán Böckler y JBG. Observando a muchos devotos el primer miércoles de Cuaresma –con su cruz de ceniza en la frente–, sentí un escalofrío cuando comprobé que una cruz –como la de mis amigos en la vieja fotografía– cruzaba también mi frente envejecida.
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La nominación de Janet Yellen se realizará hoy viernes en el senado.
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